Miquel Mont, Guillermo Mora
LA FRAGUA, TABACALERA
Calle Embajadores 51, Madrid – España
Comisariado por Virginia Torrente
«Un juego de riesgo que niega el blanco de fondo para arriesgarse a trabajar sobre un conjunto de colores, y que a modo de negativo, presenta las obras de los artistas forzadas en el no-color, por contraste.»
Virginia Torrente
Dejándose llevar precisamente por la historia y la topología de La Fragua, Miquel Mont y Guillermo Mora reparan en la línea de pintura que recubría las paredes de la sala desde el suelo hasta una altura de 1,70 metros y que es de un color azul oscuro, quedando en la parte superior un color crema, mil veces repintado. Esta marca divisoria de pintura que recorría el espacio, ha ido quedando oculta por la construcción de paneles de dm que progresivamente se han ido incorporando al espacio para adecuarlo lo más posible a un cubo blanco, pero no se ha pintado nunca encima de esta línea de flotación, que persiste a la vista en el paso de los arcos de cada uno de los tres ámbitos que componen La Fragua.
En una acción que tiene algo de arqueológico, los artistas utilizan esta pintura histórica de la pared para reclamar una división horizontal que delimita el trabajo site-specific enuna horizontalidad cromática que niega el blanco como fondo de la presentación de otros trabajos, decidiendo recubrir todas las paredes de una gama de colores negociada entre ambos. Los colores fuertes mandan en las bandas altas de las paredes, utilizando una gradación más clara en el recorrido perimetral inferior.
Sobre esta base de cromatismo dual que impregna todo, se incorpora una representación de piezas propias que conforman un conjunto total, y que viene demarcado por una polaridad de arriba y abajo, donde hay otro posible juego a su vez de espejo y espejismo. Un juego de riesgo que niega el blanco de fondo para arriesgarse a trabajar sobre un conjunto de colores, y que a modo de negativo, presenta las obras de los artistas forzadas en el no-color, por contraste.